sábado, 22 de enero de 2011



Parte I: Mi cuerpo.

Yo soy una mujer y estoy 100% segura de ello.  

Cuando era pequeña mi mamá me peinaba y colocaba enormes lazos de colores en mi cabeza, tocaba mi pelo largo y lo colocaba al lado de mi cara, lo trenzaba, lo soltaba para que el viento juegue y mi movimiento corporal hiciera cosas espontáneas con él.
Mi cabeza soportaba ganchos, vinchas, ligas con miles de colores, pañuelos y peinados divertidos… de esos que solo una niña puede tener.

A veces mi papá era el encargado de peinarme antes de salir a jugar. Él no sabía como peinar a una niña, porque él mismo no se peinaba de maneras muy complejas. Recuerdo sus dedos torpes entre mi pelo ensayando una especie de ensalada capilar. Me imagino que él relacionaba eso con “femenino”: mucho pelo salpicado por ahí con alguna gracia de color (lazo, peineta, collette)

Mi cabeza entonces, se convirtió en una fuente básica, importantisima e irremplazable de feminidad. En mi cabeza también se pueden posicionar pañuelos, aretes, maquillaje y depilaciones… el paquete completo para el proyecto de mujer. Mi cara, mi pelo largo, no los podría cambiar porque me hacen quien soy: y yo soy una mujer.

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