Lo escrito a continuación, les adelanto, es dramático pero honesto…
Son preguntas muy complejas, y si las contesto, así nomás, creyendo en lo que pueda sentir; estaría cayendo en posición machista y no lo soy. Son preguntas difíciles de responder porque siento que señalan al tipo de hombre que la sociedad ha construido como tal y yo no me siento para nada identificado con esa imagen. ¿Será que al no tener una imagen paterna, desde que empecé ha ser conciente de mis sentidos, y los estímulos que recibía de mi entorno, siempre me hicieron sentir libre? Creo, también, por lo poco que me acuerdo, mi madre, no se preocupaba por marcar las diferencias entre mi sexo y el otro. Yo veía en ella al ser protector, al único ser que cuidaba de mí, y nunca llegué a pensar, por qué ese ser protector, es mujer u hombre; simplemente, en esa etapa de mi vida, era ella quien velaba por mí, y yo, me sentía satisfecho con eso.
Pero como en toda historia siempre tienen que haber Ogros que te atormenten la vida. Para que sea interesante, también. Cuando mi madre partió, me di cuenta que los hombres que me rodeaban, en especial uno; eran muy machistas y censuradores de mis formas de llevar la vida…mi vida de niño. De pronto los veía rudos, toscos, con abuso de poder y constantes burlas dirigidas hacia mí. Yo, cual patito feo, veía esos ojos, y quería desaparecer, irme. Sentía que no era el lugar adecuado para mí. Poco a poco, la imagen de ese niño que se creía el hijo de tarzàn, o de chita, se fue perdiendo. El brillo de su aura desapareció, y él, a lo único que acudió como reacción para protegerse, fue mirar a sus adentros y cuidar lo que es sagrado, dentro de su burbuja salvadora.
Mi cuerpo empezó a experimentar el miedo y no tenía a nadie que pregunte o dé la cara por mí. Sentía tanta decepción del mundo que lo único que el alma deseba era abrazar a mi madre. ¿Me verían tan frágil? porque mi abuela, hace cuatro años; cuando yo quería conocer y escalar la montaña, dijo que mejor no vaya, que yo era delicado y me vaya a pasar algo. No me gustó que dijera eso, porque todos los que escucharon, en especial, mis primas, con tono de burla, se rieron de mí. Yo no me quedé callado. Dije: yo, voy, y fui.
Esa niñez me marcó la vida. Es como si hubiera regresado del bosque a una ciudad donde es difícil encajar y sentirse cómodo, como los otros niños de mi edad, que sí, se les veía seguros. Creo que a partir de esa etapa siempre he pensado en la muerte y dibujaba en la puerta de la cocina, imágenes que ya no me acuerdo, solo de una; en donde, con tiza, dibujaba a una mujer con un niño en el vientre. Era como una forma de dejar algo para que se acuerden de mí, si alguna vez, llegaba a morir.
He tenido pocos amores. Tímidos amores. Algunos amores que nunca se enteraron de lo que sentí. Algunos amores que si sabían de mis intenciones pero que por el veneno que tenía dentro del recuerdo, me hacían retroceder. Ahora que soy conciente de lo que pasa en mi, no es que sea preso del recuerdo, sino que el cuerpo así se ha formado, con una visión fatalista ante el mundo.
Hoy,soy como una masa de la que cobra forma o sentido cuando se abre el telón. Me encanta vivir en ese mundo. Me apasiono en ese mundo. Cuando ese mundo ficticio acaba, me convierto en masa y que a veces, en su mayoría; paro en un mundo paralelo que los que están a mi alrededor, a veces, no me sienten, o me dicen, que estoy en la luna.
cégo
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